...Más tarde continuaron su viaje hasta Phasaelis, que era la segunda jornada. Cerca de las riberas del Jordán había instaladas muchas tiendas de enfermos que iban a bañarse ahí pues de decía que esas aguas eran muy saludables.
-En cada una de esas tiendas se esconde mucho dolor -comentó Jesús-, quien aduciendo tener mucho sueño, se acomodó en el lugar más apartado del carro. La verdad era que deseaba mandar energía a esos enfermos tanto del cuerpo como del alma.
Al llegar a Phasaelis, escucharon claramente los gritos de una mujer y vieron cómo unos hombres furiosos arrastraban a un muchacho que, amarrado y con las vestiduras rasgadas, escondía la cara entre su cabello enmarañado. Al preguntar supieron que lo sacaban de la ciudad para apedrearlo por blasfemo.
Jesús salió de inmediato del coche y le dijo a Faki, que iba montado en un hermoso caballo blanco: -¡Cómpralo como esclavo para salvarle la vida!-
Faki, obediente, se acercó al grupo -¡Alto!...aunque este muchacho sea un criminal, no lo arrastren y déjenlo caminar.
-¿Y tú quién eres para pedirnos cuentas? -Soy el Principe de Cirene y viajo con pase del Gobierno Romano. ¿Quién representa aquí a la ley? -Los escribas y el jefe de la Sinagoga -respondieron.
Mientras, la madre del muchacho se había acercado a Jesús -Un mal momento lo tenemos todos -decía la madre-, con la ira no supo lo que decía, ustedes que son grandes: ¡Compadézcanse de mí, que mi hijo es lo único que tengo en la vida!
- Les compro a ese hombre como esclavo -dijo Faki al que parecía ser el jefe de la turba y agregó con firmeza-: ¡Les doy dos mil sextercios!
Todos se miraron con asombro, pero avivada su codicia recibieron el dinero -aquí tienes tu compra- le dijeron al príncipe africano-, es un blasfemo con suerte pues se ha salvado de las piedras.
Madre e hijo salieron al coche y ahí adentro el muchacho tuvo una crisis nerviosa, pero Jesús, hincado junto a él, lo calmaba poniéndole sus manos divinas en su frente y sobre su corazón, al tiempo que silenciosamente lloraba de compasión.
Noemó notó el llanto del Maestro y se lo comentó a Judá, quien le aclaró -si llora es porque la maldad de los humanos que son fieras para con sus semejantes, le lastima el alma.
Tomado del libro: La Corona Dorada, Vida de Jesucristo de los 10 a los 30 años conforme a los libros apócrifos, de María Victoria Lugo Ugalde, Editorial EDAMEX 1982, página 142
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